En una época de profunda y caótica dispersión espiritual, la razón humana, que antaño supo reivindicar su plena y legítima autonomía, ha preferido gastar sus mejores energías en la consecución de logros materiales.
A la luz del trabajo que aquí se presenta, se entiende por qué la literatura del Nuevo Testamento no apareció como un bloque errático a los ojos de los cristianos de origen pagano de los primeros siglos de nuestra era.